sábado, 30 de septiembre de 2017

CALGARY: PUERTA DE LAS MONTANAS ROCOSAS (Canadá)















! Pues si que había acertado!
Mayo se iba consumiendo y el sol empezaba a atacar en VANCOUVER. La gente hablaba más alto, reía mas fuerte, desayunaban y comían en las terrazas al aire libre, pero yo, escapada de nuestro Surya implacable, me dije que era hora de seguir viaje a las MONTANAS ROCOSAS, LAS ROCKIES MOUNTAINS, como le dicen por aquí, no fuera cosa de que se descongelaran lagos y ríos y las montanas perdieran su manto de armiño.
Menos mal que ya había comprado bien adelantado un vuelo low cost a CALGARY y reservado allí un lodge para una noche, porque ahora los precios de avión habían subido a lo loco, el tren turístico es para millonarios y el autobús Greyhound, mas barato, sí, da la vuelta al mundo.
Un hombre en la cuarentena se sienta a mi lado en Edmonton.
Enorme, cuadrado, con botas repujadas, anillo y pulsera de plata con turquesas finamente engarzadas, unas manos morenas cuidadas pero de una fuerza sorprendente. Blanco él, de pelo rubio pajizo asomando por el sombrero stanton graciosamente ladeado.
Me cuenta que vive en Calgary y que su mujer le espera en el aeropuerto, vive en las afueras en un rancho.
¿Y la STAMPEDE? Es un espectáculo bravo, no para corazones encogidos. Miles de personas vienen a Calgary en julio para este festival esplendido, con todas las artes de los COWBOYS de aquella época no muy lejana de la cría de ganado.
¿Se va a quedar a verlo? No, no puedo esta vez, pero volveré.
Más tarde descubriría aspectos menos heroicos de este rodeo tan cacareado.
Llueve a mares y un viento arremolinado azota los arboles sin piedad. ¿No querías invierno? Me digo. Pues ¡hale!
El “albergue” resultó un hotel de carretera en la Banff Trail, de una cadena, Choice hotels; eso sí al lado de la universidad estatal de Alberta.
Finalmente he salido ganando: hotel reformado, vasta habitación decorada con gusto, AC/calefacción (que hace un frio mortalisimo), baño principesco y hasta kichenette y desayuno. ¡Se ve que hay que ponerse el amuleto para la reserva!
El manager, indio de la India, joven presuntuoso de palabra estrecha, para no perder la tradición de su pueblo, me vomita (tal es su desgana) unas cuantas informaciones: el centro comercial, el C-Train, el banco más  próximo.
Salgo a la Banff Trail
La lluvia es torrencial y para cuando atravieso la pasarela estoy como pollo remojado a pesar de la maravillosa capa impermeable del Corte Inglés, mi paraguas bengalí volando por los aires. ¡Maldita sea! Ahora tenías que morirte aquí en medio de este huracán.
En la Food Plaza no hay ni un alma. Como algo y compro algunos platos para el micro y, otro paraguas que me garantizan hasta contra los tornados.
No habrían de pasar ni dos suspiros cuando el garantizado se alzó por los aires en pos de mi añorado bengalí al ritmo de todo un diccionario de insultos por mi parte.
Llego al ECONOLODGE como sopa, tiritando. Sale del ascensor un grupo bullanguero en traje de baño.que me hace pensar si el maravillosos precio no será a causa de los clientes “especiales”, huéspedes de alguno de los hospitales vecinos. No estaría mal como experiencia, me digo y salto del ascensor corro por el pasillo peleo con la tarjeta y me arranco hasta la respiración para ponerlo a secar en el radiador que parece la caldera del infierno
Me arrellano en un butacón, dispuesta a enterarme de todos los secretos de este (es que aquí todos son muy machos) Calgary inhóspito donde habría de quedarme dos días.
Así es que es la tercera ciudad de Canadá, la más limpia, en la confluencia del río BOW y el río ELBOW. Toda rascacielada, centro de la industria del gas y petróleo, con más de 800 corporaciones según la Calgary Marketing Association, un RPC de 104. 530 $, más de la mitad cristianos blancos (WASP), seguidos de chinos y coreanos. Los latinos (como dicen) tienen presencia visible, así como los filipinos e indios de la India.
Me voy a dormir obnubilada por los copos de nieve que despliegan toda su belleza al otro lado del ventanal. Brillan, danzan, se deslizan suavemente por el alfeizar. Luchan contra las aguas maléficas que pretenden englutirlos.
Piscina, gimnasio…ma ña naaaa




El C-Train está bastante cerquita para ir al centro. Quiero ver ESAS PASARELAS +15, únicas en el mundo, que enlazan los principales edificios de Calgary formando una red de 16 km y que protegen de las inclemencias del tiempo. No está mal un poco de “modernidad y riqueza”de vez en cuando, me digo mientras me tomo un café en el atrio de una gran compañía petrolera en seco y calentita. Las hay de todos los modelitos, de los simples puentes alzados (a 15 metros de la calzada) que desembocan en galerías comerciales un tanto cutres, a sofisticadas y glamurosas pasarelas transitadas por los ejecutivos de turno enmaletinados.
De repente un claro se abre en ese cielo plomizo y me lanzo a la calle para ver el polémico BRIGDE OF PEACE (Puente de la Paz que diríamos) de nuestro ínclito SANTIAGO CALATRAVA. Siiiiii, el mismito.




Rojo que te quiero rojo. Este “tubo” perforado gigantesco aparece a caballo sobre el rio BOW. ¡Cuánta polémica, desde los días de su gestación en 2008!. A punto estuvieron de cancelarlo en el momento de la crisis y por garish (llamativo/hortera) para algunos, exorbitadamente caro (30. 400 $ / m2 en la época) para otros e innecesario para la mayoría. El Gobierno se impuso con la teoría de construcción SINGULAR que se volvería emblemático de la ciudad.
Y no se equivocaron, no.
A pesar de problemas con la soldadura de los fabricantes españoles (¡) en 2010, fue inaugurado finalmente en 2012. Desde entonces miles y miles de personas lo atraviesan habiéndose convertido en una de las principales atracciones turísticas de Calgary.
¡Ah! La Administración habría ya gastado 200.000 $ desde el año 2016 en cambiar las cristaleras vandalizadas por los “inconformistas” amantes de los destrozos. Luego la iluminación, las cámaras… un pozo sin fondo.
Vamos, que igualito en todos los países civilizados.





¿Y la STAMPEDE? Bueno eso no tuve el honor de disfrutarlo, como aseguraba mi cowboy del avión. Es a primeros de julio. cuando COWBOYS de todo Canadá y Estados Unidos se congregan en la ciudad para competir, para mostrar sus habilidades con el ganado, con los caballos, con las carretas asesinas.

Y digo bien ASESINAS, que cada año los accidentes mortales de caballos se producen en las desenfrenadas competiciones de carretas al estilo Far West: ataques al corazón, hemorragia pulmonar, choques mortales…toda una panoplia de “accidentes” justificados por el dinero y la tradición. Y eso sin contar el maltrato durante los entrenamientos Ganar a toda costa. Ese es el mantra.
El año pasado Tuf Cooper, joven ganador texano de 2011, fue expulsado de la competición por azotar agresivamente a su caballo…
¿Y cuál es la respuesta?
 “Si siguen poniendo reglas para satisfacer a los defensores de los animales, no habrá STAMPEDE”.
Esos días cientos de miles de personas invaden las calles de Calgary, hasta el primer ministro, vestidos de cowboy: camisa a cuadros, pantalón vaquero y sombrero stanton. Ah! Sin olvidar las botas de media caña y tacón, las clásicas, no como las de CHIHUAHUA de serpiente, cocodrilo con escamas y todo.
Es un despliegue de proezas, no cabe duda, y el dinero corre a chorros en esa primera semana de julio en que Calgary rinde homenaje a los tiempos gloriosos de la ganadería.
Pero además conciertos, exhibiciones y programas para toda la familia y…comidas comidas de todos los países, aterradoras, sorprendentes o deliciosas nuevas combinaciones de productos que serán seleccionados y premiados por un jurado selecto: BEST NEW FOOD ON THE MIDWAY 2017.



Este año la estrella ha sido un HOTDOG espectacular (ya que la PIZZA A LA CUCARACHA DE VIETNAM no ha podido atravesar la frontera), el DRAGON DOG, que al precio de 100 $ hermanaba buey KOBE, TRUFA, LANGOSTA y coñac RENE MARTIN por encima de su camita natural. Dugie Luv con su camión resto de Vancouver nunca podía haber imaginado su éxito. ¡100 DRAGON DOGs vendidos de una sentada!
Sigo mi camino por el paseo a orillas del río Bow. Corredores, paseadores de perros, algunos niños y de repente una tromba de agua amenizada de rayos y truenos bíblicos.
Para cuando llego a la estación de autobuses de la GREYHOUND, tan cutre como esperaba de ella, me pueden retorcer y ponerme a secar.
Un sikh de unos cincuenta años, bajito, flaco y enturbanado, repasa los suelos de sufrido color negruzco escoba en ristre. Me quedo boquiabierta, no veras nunca un sikh barriendo un sitio publico en la India. ¿Sera eso el progreso?
Poca gente. Una mujer negra redonda y lustrosa saca un edredón y una almohada de sus bultos y se acomoda en la sección reservada.
“Un billete para BANFF, por favor. De seniors”. Y ahí me explicaembrolla el sistema de precios de la augusta compañía. Finalmente es más barato comprar uno regular al precio actual…
Lo compro, me escapo a toda prisa de ese barracón infecto, subo a toda mecha la pasarela metálica y me instalo en mi C-TRAIN que me llevara a mi casita, a mi pollo microondeado, a mi piscinita-jacuzzi calentita.
¡Mañana BANFF!

FOTOS: Cortesía de GOOGLE







sábado, 23 de septiembre de 2017

LYNN CANYON Y EL SEABUS DEL DIABLO























“Este LONG WEEKEND (con el Victoria (su reina!) Day en lunes) la gente de Vancouver se echa a la calle, jardines, parques, playas, todo estará superlleno, y no digamos los vuelos, el transporte. Ni una plaza libre desde hace tres meses”

Así me previene mi spanish amiga de la recepción. Para que no me lleve susto. Dice.
Quería ir al CAPILANO BRIDGE, pero no estoy dispuesta a pagar 32 $ para ver este puente colgante, que ya atravesé unos fabulosos en COSTA RICA. Nada, hoy será el LYNN CANYON, que allí también hay un puente colgante, aunque más corto, eso sí, pero gratis. La cascada y los senderos a través del bosque de pinos, sequoias… en este parque de 250 ha, acaban de convencerme.
Salgo pronto para intentar llegar antes de la marabunta, que eso del transporte público, tan ecológico, se hace interminable. Un autobús en el pink bus stop, el tren hasta la Waterfront y allí el SEABUS para atravesar el Burrad Inlet y desembarcar en Vancouver Norte.
¡Ay, el Seabus!
¡Maldito de los malditos!
Enganchada a eso de “bus”, creía yo, burra de mí, que tendría que coger uno enfrente de la estación del tren. Espero y espero. Nadie me entiende. Pasan mil buses por delante de mis narices y, ya muertita, me decido a entrar en uno y preguntar al chofer, que todo hay que decirlo son una raza aparte: lo más educado, servicial, informado que uno pueda imaginar. Comparo con mis paisanos…
El SEABUS resultó un FERRY de pasajeros que sale del interior de la estación del tren y va a LONDSDALE QUAY, donde tendría que coger el autobús 228 que me dejaría a la entrada del parque.
Cientos de personas abordando, sobre todo pandillas de jóvenes exultantes dispuestos a comerse el mundo. Gente y más gente aparece por todas las entradas, familias indias (de la India) de visita rezongando por no poder llegar a pie de puente en sus flamantes coches canadienses. Colas por todas partes…
El ECOLOGY CENTRE está cerrado.
Me reprogramo y espero sufrientemente. Entro en el puente, autopista de 8 carriles, cuando está pensado para ir de dos en dos, con el corazón en un puño. Balanceo. Gritos, empujones, sacaojos con los selfis y me aferro al cable esperando que pasen estos energúmenos de mi lado. De aquí no me muevo hasta que haya podido contemplar por los dos lados. Oídos sordos los míos.
El río se despeña por el cañón con una rabia incontenible, fauces espumosas, desafiando a los gigantes verdes que intentan aplastarlo por las dos orillas. Coníferas, maples, hemlocks, cottonwood gigantescos, aunque no los primitivos del cañón que fueron abatidos en su totalidad por las compañías madereras a finales del siglo XIX Este bosque húmedo templado se ha regenerado desde entonces Aun se pueden ver algunos tochos enormes aferrados a la tierra mudos testigos del espolio, de cuando se talaba a golpe de hacha
A pesar de los carteles omnipresentes, ya se han producido varios accidentes, gente que salta al río, gente que se descalabra al deslizarse a toda marcha por una pendiente embarrada de 30 mt. Trabajo para los servicios de rescate.




El termitero se va a la izquierda, todos juntitos para ver la cascada desde abajo como reza el cartel. Yo a la derecha. Los carteles informan cómo comportarse con los osos negros en caso de avistar uno; previenen del peligro de nadar fuera de las zonas habilitadas.
Sigo un sendero río abajo y me siento a escuchar el estruendo de las aguas enfurecidas en medio de los helechos gigantes. Nadie. ¡Nadie! Se diría que una hecatombe ha hecho desaparecer a la raza maldita y que me encuentro transportada a otro universo de ensueño.
El sendero se vuelve fangoso y de repente aparece un BOSQUE NUBOSO, sí, nuboso, como en Costa Rica, con sus líquenes balanceándose en medio de la niebla fantasmagórica. Nadie. Una encrucijada. Sigo un camino al azar, subiendo cientos de escaleras de troncos resbaladizos preguntándome como podré salir de ese laberinto.
¡Un ladrido! Una pareja con un perro suelto que me indican el camino para salir a la carretera si no quiero seguir hasta Vancouver West… Luego, caminaré dos o tres km por otro sendero hasta un aparcamiento, de donde tendré que bajar a pico hasta el fondo de la cascada y de allí al puente. Vale.

Se va haciendo tarde. Entro en el café del refugio y pido una POUTINE. Cojo agua y salgo disparada a buscar la parada del autobús de regreso al muelle.


Por suerte sólo hay dos personas, pero al instante aparecen gentes por todos los caminos con sus mochilones que, ¡oh milagro! se ponen en cola y suben tranquilamente.
La misma peregrinación para volver a casa, sólo que ahora estoy medio derrengada soñando con mi sopita caliente, que hace un frío que pela ahora a las cinco de la tarde.
Lo del CHINATOWN será para mañana.

FOTOS: Cortesía de GOOGLE