jueves, 28 de agosto de 2014

LA” CATEDRAL” PERDIDA DE SATEVO




Satevó, Satevó, Sa-te-vó,  Satevoooooooooooó.
 Retumba en mi cabeza tu nombre.  Se retuerce, se arrastra, salta,  me hace guiños, baila, se esconde  y, reaparece  con su triunfante sonrisa plateada.
Mañana será el día.
“Nathalie no vendrá mañana, parece que la fuerte presencia policial, de negro, enmascarados y armados hasta los dientes le ha quitado los ánimos de salir al monte”. Me comunica su marido ceremoniosamente.
 Ahora, antes de que anochezca,  tengo que ir a la búsqueda de panpan para mañana por este pueblo que en el pomposo supermercado solo tienen bollos y panes de plástico.
“Vaya al ladito de Doña Mica, allí hacen pan”, me dice un viejo somnoliento bajo una ceiba. Es un horno familiar de mujeres, pero han  vendido ya todo y nos mandan allá por el colegio Sor Juana Inés de la Cruz abajo, en una abarrotería-cantina. Nada aparte unos cuantos bebedores ensombrerados de mirada torva.  Y al saltar de la banqueta  (¿sería esa la de los lingotes de plata para los lindos pies del obispo de Chihuahua?),  dar la vuelta a la esquina, empezó la balacera: los federales perseguían a un hombre que se escapó como una exhalación por un callejón hacia el rio.
La gente desapareció, atrancó las puertas, pero al ratito pululaban con la calle como si tal cosa y yo con ellos corazón galopando. Me pido unos huevos rancheros puro fuego en lo de Doña Mica y me voy a mi cuarto colonial envuelta en las tinieblas y las carcajadas de un grupo de texanos.
Pronto de mañana bajo por el callejón que va al río Batopilas camino de Satevó. El sol lanza sus rayos con una rabia desmesurada al fondo ocre del cañón. La cabeza humillada, los ojos bajos camino de prisa  por esta carretera que ha resultado lengua de arcilla polvorienta sin sombra que la proteja. Ocho kilómetros escapando de mi torturador  y rebozada de vez en cuando con la polvareda que levantan los Nissan rutilantes sin matrícula.! @#&^% ¡ Repito como mantra para librarme del sofoco. Y, de repente, casi perdida la esperanza, aparece a lo lejos como espejismo, , la “catedral” de SATEVO. Cúpula, campanario,  blanca se yergue como dormida  cerca del río en medio de la nada amarillenta refulgente.



Quemados los archivos, nadie sabe la fecha de construcción ni su nombre verdadero, pero en el suelo hay una lapida  de 1881 de Martina Ontiveros, que nadie conoce. Unos santos artesanales me dan la bienvenida y descubro rastros de pinturas murales. Una misión más de los 200 pueblos que fundaron los jesuitas en esta zona hasta su expulsión en 1767 por orden del rey de España.
Al lado mismo del cardón que monta guardia en el atrio me encuentro a Martin dispuesto a llevarme de vuelta a Batopilas.
Por el camino recoge a dos muchachos extrañamente bien vestidos. “Por si acaso” Dice…
Por el camino no invita a dos muchachas. “Eso si que no, por seguro. Jajaja”. Dice quedito para su diente de oro brillantoso.
¡Ay, yayay, Martin!

FOTOS: Cortesia de GOOGLE

domingo, 17 de agosto de 2014

CON LAS “ADELITAS” DE CASASOLA



Salgo de buena mañana con un sol de justicia y me encaramo, paraguas bengalí en ristre, en la entrada del MUSEO MIRADOR del fuerte en este FUERTE mágico que me alberga.



AGUSTIN CASASOLA me espera.
El destino ha puesto en mi camino esta reveladora exposición de fotos, fiel testimonio  de la REVOLUCION MEXICANA de principios del siglo XX. Esta exposición itinerante del CIE proviene del Archivo de la FOTOTECA NACIONAL situada en el ex convento San Francisco de la ciudad de PACHUCA, donde el futbol es rey.
Y “EL PACHUCO Y OTROS EXTREMOS” era uno de los ensayos favoritos de mi adorado OCTAVIO PAZ sobre el carácter mexicano. Aquí una foto de estudio de CASASOLA.


 Sin embargo el PACHUCO parece definir a un joven de origen mexicano/hispano rutilante vestido con el “ZOOT SUIT”, cuyo origen estaría el EL PASO y no en PACHUCA.
Ay, ay, ay!!!!!! Esos eran otros tiempos

FOTOS:Cortesia de GOOGLE