Iglesia de la Compania
Habíamos pasado por Ibarra. Habíamos por fin llegado al tan deseado mercado de Otavalo (que decían el más famoso de las Américas), que avaro, sólo nos mostró su cara plastificada. El “dueño” del taxi colectivo nos regaló por el camino en la noche una lección de historia apasionada: la colonización del imperio incaico por los españoles. ¡Y ahí empezó la discordia!
Por suerte, un “broker”, apuesto indígena de pura raza Otavalo (según él) de negrísima melena y dientes rutilantes nos llevó por el dédalo de callejas hasta un taller donde “tejían jerséis de purísima lana de alpaca exclusivamente para la exportación”. Las risas y el “piar” de las mujeres iluminaban la lana prostituida. Dólares! Dólares! Dólares!!!!!!!! Mínimo, por un jersey 100 US$. Yo me calentaré con mi chal-manta de Kashmir.
Se había equivocado de clientes… el olfato le había traicionado.
Salimos al día siguiente.
Sólo pensaba en cómo llegar a Quito, en dejar mis bártulos y sepultarme en la Fundación Guayasamín con mi adorado maestro, con el inspirador de mis más encendidas clases de “Cultura Latinoamericana”.
Primero visitaré la catedral para atizar el deseo. Me vienen a la memoria los frescos de Rivera en el Palacio Nacional del D.F. Negro, blanco y oro. La muerte y el barroco refulgente. La capilla del prócer Antonio José de Sucre vilmente asesinado en la selva de Berruecos camino a la paz familiar, desencantado de los que tramaban la disgregación de la Gran Colombia, la perdición de Simón Bolívar, su mentor.
https://www.youtube.com/watch?v=ZRDOTtzreZI
La iglesia de La Compañía de Jesús, primer monumento barroco de América, sólo me permite una ligera ojeada a sus tesoros. En plena restauración, puedo admirar “las lacerías”, las columnas pintadas de rojo y dorado… Yo siempre estudié que a judíos, moros y mujeres les estaba prohibido el éxodo a las Américas. Todo esto me recuerda el esplendor del palacio de la Alambra, la mezquita de Córdoba…
Así pasó el día. Al abrir estoy ya acechante a la puerta de la FUNDACION GUAYASAMIN. Me arrastro de un cuadro a otro, no puedo separarme, la autenticidad de su mensaje, la fuerza de su trazo me poseen y siento como si solo hubiera vivido para esperar este momento de éxtasis supremo.
OSWALDO GUAYASAMIN: RABIA Y REDENCION.
Manos de Esperanza
Este ecuatoriano universal muestra al mundo el drama de la vida, plasmando en el lienzo, al estilo expresionista, la ANGUSTIA, LA LUCHA Y LA ESPERANZA de los pueblos de América.
Denuncia la injusticia de una sociedad enajenada de sus raíces.
Su peregrinar por América del Sur le inspiró su serie “HUACAYNAN”, o “El camino de las lágrimas”, en quechua, compuesta de 103 cuadros, nos brinda una visión de las etnias que componen el mestizaje americano.
Los conflictos bélicos, la opresión política, la injusticia social dieron nacimiento a la serie “LA EDAD DE LA IRA”, que sacudió la conciencia del público de un continente a otro. Esta formada por 150 cuadros de gran formato entre los que destacan las series: “Las Manos”;”Mujeres llorando”; “La espera”; “Reunión en el Pentágono”.
La madurez, abrió la puerta a “LA TERNURA”, una colección de más de 100 obras homenaje de amor a su madre, a las madres, COMO SIMBOLO DE DEFENSA DE LA VIDA.
“Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente.
Para mostrar lo que el Hombre hace contra el Hombre.” Dijo Oswaldo Guayasamín.
Para más información: Pagina Web de la Fundación Guayasamín en Quito.
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